miércoles, 15 de febrero de 2012





Hace un par de fines de semana fui a celebrar el cumpleaños de una amiga al restaurante O'Grelo. Íbamos recomendados por alguien de mucha confianza, mi madre. Ella había comido en varias ocasiones allí con sus amigas por lo que las posibilidades de éxito eran altas. Ya se sabe, un grupo de mujeres que se reúnen a comer terminarán, inevitablemente, escogiendo un restaurante de calidad y con raciones abundantes. Puede que se equivoquen un par de veces, pero no más. 
El restaurante está muy cerca de la calle Ibiza y de la calle Narváez, en una situación inmejorable. Se llega bien en coche, en taxi y en transporte público, aunque con el frío que hacía ese día no era aconsejable andar por la calle, pero con buena temperatura debe ser agradable pasear por la zona y terminar de digerir la comida. 
Sorprende del restaurante la amabilidad de las personas que trabajan allí, camareros, cocineros, jefe de sala e incluso el encargado de los abrigos. Nunca te sientes desatendido entre otras causas porque los camareros tienen bien definida la zona de trabajo y el número de mesas, que no es muy amplio. Lo primero a destacar es que tienen servicio de guardarropa gratuito, te retiran el abrigo y así te hacen la vida más fácil, después te agasajan con aperitivos, aceitunas y croquetuelas de pescado, muy ricas. Todo ello mientras lees la carta que es muy completa y variada. Al ser un restaurante gallego sabes que la carne y el pescado van a ser de calidad, porque la ternera gallega no desmerece al bogavante, pero nosotras, Ginny y yo ya íbamos con la idea de pedir arroz porque habíamos visto como lo preparaban en el breve vídeo que tienen en su página web y estábamos convencidas de que no utilizaban relleno de guisantes para dar color al plato ni caldo de paella precocinado para hacer el guiso. 
Mirando la carta al final nos decidimos por el arroz de la casa, con rape, langostinos, mejillones, almejas... pensamos en pedir el arroz con bogavante, pero da tanta pereza partir las patas y mancharse todas las manos que nos decidimos por la solución más sencilla. 
Solo faltaba el vino, por supuesto un blanco. La carta de vinos del O'Grelo no es muy amplia, pero tengo la impresión de que está muy bien escogida, no sabíamos por cual decidirnos hasta que, leyendo atentamente, me topé con un Juvé y Camps blanco, no se donde, pero yo he leído una crítica sobre estos vinos que fabrican empresas dedicadas tradicionalmente al cava y tengo que decir que la crítica era buena. Nos decidimos por él y no hubo motivo de arrepentimiento. Al acercar la copa a los labios, sorprende un olor fresco y puro, como de agua en primavera. El primer sorbo, que a mí me pillo desprevenida porque me distrajeron en ese momento, fue una explosión floral y cítrica, casi como tomar helado de vino. Quizás fue bueno que no estuviera prestando atención, porque mi sorpresa fue tal, que insté a Ginny para que lo probase enseguida ya que me había provocado una sensación de lo más agradable. No es un vino ácido, es muy suave y que conjugó a la perfección con el riquísimo y abundante arroz que nos prepararon. Porque las raciones son grandes, cómo se supone que debe ser en un restaurante de corte familiar, sobre todo en fin de semana, cuando todos relajamos la dieta y nos permitimos comer mejor. Además, entre plato y plato nos ponen más platitos, con empanada gallega y con cocido gallego. 


Así, de manera muy agradable llegamos al postre. El arroz está en un recipiente para llevar a casa, han sobrado al menos dos raciones, no queda mucho espacio para el dulce pero lo pedimos. Hojaldre con nata.  Sorpresa. El hojaldre es casero... y es enorme. A desmigar se ha dicho hasta que solo queda la mitad y a por el café. Fin de la comida. 
Salimos a la calle a soportar el frío de Madrid con la agradable sensación de haber pasado un buen rato en un restaurante muy recomendable. 


Web del restaurante O'Grelo.


viernes, 10 de febrero de 2012

Buen precio. Buena comida. Buena compañía


Fachada del restaurante


Cuando salí el sábado pasado del restaurante O’grelo la sensación fue extraña. Placentera, contenta, satisfecha, feliz y deseando poder repetir la experiencia.

Intento mirar atrás y recordar alguna experiencia similar. Pero ni siquiera los recuerdos con mi abuelo y mi madre yendo a un restaurante vasco donde disfrutaba como la niña que era son comparables a la experiencia vivida la tarde de aquel día de febrero en este restaurante gallego.

Una reunión familiar, para celebrar el cumpleaños de mi suegra es la mejor excusa para salir de casa e investigar un nuevo sitio para comer. La decepción de años pasados nos dejó con un muy mal sabor de boca acerca de los restaurantes que visitamos siempre por estas fechas.

Entrada del comedor en planta baja


Al entrar la sensación es de calidez, la decoración esta cuidada, sencilla pero elegante de madera y tonos crema. Agradable. Nos sentaron en una mesa del fondo del comedor de la planta baja. Parte de la familia ya estaba allí cuando llegamos. 

Mientras esperábamos al resto de la familia nos dieron la carta para ir eligiendo. Como Nuria y yo ya habíamos ojeado la web sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Para gran sorpresa nuestra, cuando pedimos la carta de vinos, dicha carta era mucho más amplia de la que nos esperábamos, y fue doblemente difícil elegir ante tanta oferta de bodegas y denominaciones de origen. Una servidora, en plena fase de aprendizaje sobre vinos, se vio un tanto abrumada. Pero como no era mi primera vez mirando una carta de vinos, les aseguro que pocas veces he visto tanta oferta en un restaurante y tan variada.

Lo primero, antes de elegir el vino es saber lo que vas a comer. La duda estaban entre un arroz o una carne. El arroz no lo tenía seguro pues muchas veces me encuentro con la desagradable sorpresa de que el camarero no tiene ni idea de lo que ofrece y no sabe que ingredientes llevan los platos de la carta y tengo que decantarme por una carne sin muchas salsas (para evitar tener que salir corriendo, dejando el plato sobre la mesa). Pero este no fue el caso. El mismo chef salió a tomarnos nota de los platos y le pudimos preguntar sobre el Arroz O’grelo. Previamente, nuestro camarero, nos recomendó este arroz si no queríamos “trabajar” mucho pelando el bogavante. Así pues, después de disipar dudas acerca del contenido de dicho arroz: marisco y pescado troceado, todo peladito, listo para comer; decidimos probar suerte y pedimos uno para cuatro personas.

El resto de los comensales a la mesa, pidieron variedad de platos, para degustar un poco de todo. Carne y pescado. Entrecot, chuletas de cordero, bacalao, medallones de solomillo. Y de entrantes jamón ibérico, croquetas y pulpo. Además del aperitivo que el restaurante te sirve. (Pan y aperitivo por 2,50 €. Un precio más que razonable para todo lo que te ponen).

Sabiendo ya todos lo que comíamos, llegó la hora de elegir el vino. Uno blanco, por supuesto. Había varios que llamaban mi atención, pero decidí cambiar de denominación de origen (normalmente tiro hacia Rueda o Rías Baixas)  y viajar a Cataluña. La bodega Juvé y Camps llamó mi atención con su Ermita de D’Espiells (Macabeu, Xarel-lo y Parellada. 2009). Afortunadamente, acerté con mi decisión. Un vino joven de color amarillo dorado, brillante y vivo,  fresco, sabroso y perfectamente equilibrado entre alcohol, acidez y dulzor. Vino perfecto para maridar el plato seleccionado. 

Etiqueta Ermita D'Espiells - D.O. Penedès


La velada transcurrió sin sobresaltos, amena, divertida. Comiendo y bebiendo, disfrutando de cada bocado, cada sensación que una comida de gran calidad y abundancia te aportan. Entre conversaciones de vino, catas (no tan frecuentes en mi vida como una desearía), entrega de regalos y demás anécdotas típicas de este tipo de eventos, pasamos la sobremesa. El servicio por parte del camarero, del dueño del restaurante, del chef hicieron que nos sintiéramos como si estuviéramos en casa. Una atención cuidada y personal. Raros son los sitios que te ofrecen calidad en todos los sentidos, y cuando encuentras uno, da gusto ver que todavía hay gente que disfruta realmente con lo que hace, y que tienen auténtica vocación por servir y atender bien al cliente.

Tardes vividas como estas las hay pocas, pero cuando una llega se viven con intensidad y quedan para siempre en la retina de una gran amante de la vida, los buenos momentos y las buenas compañías.
 
Restaurante O'grelo
 
---Fdo: Ginny.